dimecres, 5 de març del 2025

Dios: una biografia

   Jack Miles at home DIOS: UNA BIOGRAFÍAEse es el título de la obra que en 1996 ganó el Premio Pulitzer en la categoría de Biografías. Su autor, Jack Miles, es un especialista en teología bíblica, con estudios en la Universidad Gregoriana de Roma y la Universidad Hebrea de Jerusalén, que en la actualidad se desempeña como Director de un Centro Humanístico en la Claremont Graduate School de California¹.

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La Biblia puede ser abordada desde al menos dos perspectivas, y el libro que estamos comentando puede ser también dirigido a dos públicos distintos, y leído en dos contextos diferentes. La Sagrada Escritura ha sido leída durante muchos siglos por millones de personas como la Palabra Revelada de Dios. En este sentido no puede ser igualada a otros escritos literarios o históricos, ya que su interpretación está de alguna manera regulada por diversas instancias eclesiásticas, y su lectura está inmersa en el torrente de una tradición multisecular en la que, con pequeñas variantes y matices, ya hace tiempo que casi todo está dicho. Pero puede ser también leída como una novela o biografía, como la historia de un personaje que cuenta lo que le ha pasado a lo largo de su vida.

 

 

DIOS. ¿IMAGEN DE QUIÉN? 

A lo largo de toda la obra Jack Miles, aunque teólogo, se mantiene tesoneramente ceñido al terreno de la crítica literaria. Incluso en sus interludios, de títulos interrogativamente sugerentes (¿Se puede escribir la vida de Dios? ¿En qué se sustenta su divinidad? ¿Dios conoce el fracaso o el amor? ¿Ha perdido Dios todo interés?), habla de un personaje literario, al que compara con los protagonistas de la tragedia griega clásica o la shakesperiana. Pero no puede ignorar que con su obra ha desenterrado y removido en el lector, creyente o no, una serie de inquietudes y angustias que exigen algún tipo de respuesta. Aunque cada lector debe encontrar la que más le satisfaga, quiero enunciar aquí, más como temas abiertos que como propuestas, algunas de las cuestiones que más me han martillado el cerebro y la sensibilidad en el transcurso de la lectura. 

Comencemos por la formulada al comienzo de este apartado: ¿quién es imagen de quién? ¿El hombre de Dios, o Dios del hombre? Contra la evidente intención de Jack Miles, los secuaces de Feuerbach podrían encontrar en su obra una brillante confirmación de sus propias convicciones. Dios es un reflejo de la impotencia del hombre, y de su deseo de superación. Cuando la humanidad se siente pequeña y desvalida, llena de atributos a la divinidad; conforme va aprendiendo a resolver los problemas por su cuenta, siente progresivamente que ya Dios no le hace falta. Hay una parte de verdad incontrovertible en esta constatación. Como decía en mi infancia en términos un poco grotescos el Obispo de la región: «es mejor permanecer apegados al campo, porque la industrialización trae el ateísmo». De hecho la Europa de hoy es más rica y menos creyente que la de ayer, al menos en el sentido ortodoxo de esa palabra. Pero ahí está el problema. La sed de soluciones mágicas a las angustias personales, muchas de ellas con matices y tintes religiosos, es hoy tan grande como ayer. Y lo mismo que en el tiempo remoto de las pinturas rupestres o los petroglifos, nos recubrimos de talismanes y símbolos para librarnos de las malaventuras y asir por la fuerza a la felicidad.

Hay una cierta contradicción en confesar-un Dios vivo y congelar su comprensión para siempre en odres viejos. Esa puede ser una de las razones más profundas por la que la adhesión a las iglesias es cada vez menor. Lutero se separó de la iglesia romana por fidelidad a su comprensión del evangelio, y terminó dando pie al surgimiento de nuevas tradiciones, a veces más intransigentes que sus antecesoras. Hoy abundan quienes creen en Dios, pero no quieren aceptar que les impongan desde fuera ninguna tradición que les señale lo que esa fe conlleva.

 

HUMANOS. MAYORÍA DE EDAD 

Todo esto ya se había formulado hace mucho tiempo. En los años sesenta los estudiosos de la teología devoraban las obras de un malogrado teólogo alemán (Dietrich Bonhoeffer), ejecutado en las cárceles hitlerianas, que en su correspondencia de los últimos días reflexionaba en cartas a los amigos sobre el futuro de la religión. Allí se trataba de comprender cómo había que responder a un cristiano «mayor de edad», que hacía tiempo había dejado de creer en el Dios «tapa-agujeros».

Por otra parte, la Iglesia es hoy una de las instituciones sociales más comprometidas con la eliminación de la pobreza. ¿Estará trabajando de esa manera inconscientemente por su propio eclipse?... Quizás, si las iglesias tienen éxito en sus proyectos de liberación, ésa va ser su suerte. Como la del Dios bíblico.

Eduardo J. Ortiz F. es teólogo y economista, Director del Centro de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCАВ.

Raimon Panikkar va ser professor  a la Universitat de Califòrnia Santa Bàrbara. Jack Miles va ser professor de la Unversitat de Catlfòrnia Irvine.